Me marché sin hacer ruido,
igual que el amanecer se lleva un mal sueño.
Porque supongo que eso es cuanto soy al fin y al cabo,
un mal sueño.
Mis recuerdos desaparecieron con la misma levedad poco después.
Nada quedó de mí, como si jamás hubiese estado allí.
Mi mayor temor resultó ser también mi mayor virtud.
Es curioso como mis pasos pueden sonar tan livianos cuando mis pies pesan cuales piedras.
Me giro y miro atrás,
tú ya no miras.
Y aunque duele sonrío,
pues supongo que es mejor así.
Si las palabras tuvieran peso moriría ahogado con tu nombre en la garganta,
pero en su lugar me aplastarán las pilas de papeles en las que guardo los recuerdos que ya no existen,
los que atesoro más que a mi vida.
La soledad es una terrible compañía,
y a medida que hunde su cuchillo en mi pecho las memorias brotan con un realismo exasperante,
¿o son los recuerdos los que empuñan la hoja?
La sangre sobre el papel traza finas líneas,
describiendo las imágenes que de nuevo se presentan ante mis ojos.
Tu rostro se acerca al mío, siento la calidez de tu aliento, mi pulso se acelera al contacto de tu piel...
El cuchillo se retuerce, el negro sustituye a las imágenes;
tu ausencia me golpea como un mazo en la cabeza.
Me siento perdido, entumecido, asustado.
En mi mente brota la duda: ¿por qué me fui?
La respuesta que me ofrezco no facilita las cosas.
Me peleo con las sábanas, que vuelven a estar manchadas de sangre:
restos de la batalla de anoche.
Trato de buscar razones para enfrentarme al día, pero el silencio es mi única respuesta.
Al mirar al espejo el asco me devuelve la mirada.
Cada día peor que el anterior,
cada noche aún más terrible.
Ya no quedan recuerdos en los que esconderme;
ya no quedan voces que me acaricien.
Ya no puedo soportar odiar cada calada de aire que tomo.
Así que me marcho sin hacer ruido.
miércoles, 30 de enero de 2019
La mochila
Hoy has vuelto a aparecer y, como siempre, vienes cargada de recuerdos.
Abres la mochila y comienzan a brotar, tanto las memorias como las lágrimas.
Recuerdo que fuiste la primera vez que lloré de pura felicidad;
o que me hacías sentir atractivo.
Recuerdo cómo me hacías sentir seguro cuando te abrazaba;
o cómo besarte nunca parecía ser del todo real,
como si tus labios me transportasen directo al sueño.
Recuerdo que al final de una semana todo lo malo desaparecía entre tus besos;
y que verte sonreír era lo más bonito del mundo.
Siempre traes los recuerdos bonitos, claro.
Nunca me recuerdas cómo me llegaba a sentir insignificante cuando me tratabas como si fuera tonto;
ni como mis inseguridades nos hacían tanto daño.
No traes recuerdos acerca de como fui tan estúpido como para alejarme de todos salvo de ti;
o como fuiste tan boba como para hacer lo mismo durante tanto tiempo.
No me recuerdas como me dolía la mandíbula de apretar los dientes;
ni la soledad y el desamparo que me traían tu ausencia.
En tu mochila no están todas las cosas que hicimos mal;
no están las cosas que tanto dolían por las que tuvimos que acabar,
pero las hay.
Siempre has sido mi forma favorita de hacerme daño,
pero ahora estoy intentando quererme.
Abres la mochila y comienzan a brotar, tanto las memorias como las lágrimas.
Recuerdo que fuiste la primera vez que lloré de pura felicidad;
o que me hacías sentir atractivo.
Recuerdo cómo me hacías sentir seguro cuando te abrazaba;
o cómo besarte nunca parecía ser del todo real,
como si tus labios me transportasen directo al sueño.
Recuerdo que al final de una semana todo lo malo desaparecía entre tus besos;
y que verte sonreír era lo más bonito del mundo.
Siempre traes los recuerdos bonitos, claro.
Nunca me recuerdas cómo me llegaba a sentir insignificante cuando me tratabas como si fuera tonto;
ni como mis inseguridades nos hacían tanto daño.
No traes recuerdos acerca de como fui tan estúpido como para alejarme de todos salvo de ti;
o como fuiste tan boba como para hacer lo mismo durante tanto tiempo.
No me recuerdas como me dolía la mandíbula de apretar los dientes;
ni la soledad y el desamparo que me traían tu ausencia.
En tu mochila no están todas las cosas que hicimos mal;
no están las cosas que tanto dolían por las que tuvimos que acabar,
pero las hay.
Siempre has sido mi forma favorita de hacerme daño,
pero ahora estoy intentando quererme.
"Te Quiero"
Te Quiero,
pero no como cuando tú me lo dices a mí.
No como tú a mí.
Mis "te quiero" son plegarias silenciosas,
como súplicas a algún antiguo dios.
Son promesas que sé que jamás me permitirás cumplir,
ruego a la vida para que te trate bien.
Mis "te quiero" dicen que vendería mi alma al mejor postor a cambio de tu felicidad;
que no hay divinidad que me prometa un cielo mejor que el que encuentro en tu sonrisa.
Mis "te quiero" dicen que moriría por rozar tus labios,
y que me parecería bien.
Dicen que aunque seas alambre de espino quiero abrazarte hasta que desgarres mis entrañas,
y que no me asustan los rayos ni las tormentas si te miro a los ojos.
Mis "te quiero" significan que me ahogaría en tus lágrimas para tratar de hacerlas desaparecer,
y que moriría inmolado tratando de iluminarte;
que no sé qué sentido tienen mis días si no trato de hacerte un poco más feliz.
Mis "te quiero" dicen muchas cosas, por eso nunca los pronuncio,
porque temo que algún día te des cuenta.
Te Quiero
pero no como cuanto tú me lo dices a mí,
los míos no duelen.
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