domingo, 28 de febrero de 2021

El receptáculo

Me quedé mirando la tinta que sangraba sobre la mesa, no con vergüenza ni con preocupación, sino con la llana indiferencia de quien mira a la misma cama vacía noche tras noche.

Más por compromiso que otra cosa traté de limpiarla, logrando poco más que esparcirla de un lado a otro.

La grieta de mi pecho se había vuelto a abrir, y el pulsante vacío que contenía se seguía derramando. A pesar de mis esfuerzos la tinta lo fue cubriendo todo, tiñéndolo todo de soledad.

Me senté en el suelo suspirando, hay cosas contra las que no tiene sentido luchar. Cerré los ojos, pronto no habría nada que ver a mi alrededor.

Sabía que la tristeza no dejaría de manar hasta que lograse sellar de nuevo la grieta.

Traté de no pensar en el sabor a sangre que aún llenaba mi boca, o en que aún notaba la soga alrededor del cuello. Ni tan siquiera eso lograba hacer bien.


Estos pensamientos sólo lograron avivar el caudal de lágrimas, oscureciendo aún más el vacío en el que me encontraba. Apreté los puños, maldiciendo mi propia debilidad. Abrí los ojos, deseando que al hacerlo viese algo distinto, viese algo de luz, viese... algo. Pero no vi nada. No hay forma de escapar de mi oscuridad, tan solo puedo tratar de contenerla.

-He vuelto.- Me oí decir.

Nunca consigo alejarme demasiado tiempo. Esa oscuridad es lo único que jamás me abandona.

He pasado por ello mil veces, sé lo que hay que hacer. No puedes dispersar la oscuridad, no puedes vencerla ni huir de ella, sólo hay una cosa que hacer.

Aceptarla.

Inspiré, dejando que la tinta llenase mis pulmones, que la tristeza regresase al pozo de donde provenía. Tuve que volver a filtrarlo, claro. Reflexionar sobre cosas que inicialmente había enterrado sin más, recordar otras que llevaban mucho bajo tierra.

Tenía que aceptar el dolor, entender que formaba parte de mí.

No puedes vencer a un enemigo si no lo aceptas como tal. Yo no tenía (tengo) la fuerza para vencerla, pero sí para contenerla hasta que sea capaz de hacerlo.

La clave de la eternidad

Amaneció, de nuevo sin sol. Le hacía gracia cómo en invierno, en ocasiones, al Sol se le olvidaba salir. Después de levantarse y estirarse, decidió encargarse de ello tan pronto como tuviera su café.

Comenzó a caminar entre el cielo estrellado mientras a su alrededor se iban formando paredes y muebles. Tomó una taza de un armario mientras se concentraba en recordar el sabor de un café que había tomado tiempo atrás. Tenía un gusto suave y muy aromático, llevaba un poco de cacao amargo y una pizca de canela. Tomó un sorbo de la taza, esbozando una sonrisa de satisfacción al comprobar como el cacao y la canela potenciaban el sabor del café.

                -La clave de la omnipotencia es saber disfrutar de los pequeños detalles. Si no se te va la cabeza.- Recitó, recordando las palabras que Fault siempre decía.

Dejó la taza en la encimera mientras miraba al infinito, se crujió los nudillos, estiró la espalda, y mientras se enredaba una mano entre sus cabellos cerró los ojos y buscó. Lo primero que sintió fue el infinito lleno de estrellas de su interior, después su conciencia se expandió fuera de él y fueron apareciendo cosas. La taza como un concepto simple, el café hecho de recuerdos, la cocina compuesta esencialmente de fuerza ontológica… Más allá estaba el enorme vacío compuesto de duda, pintado de estrellas y, donde acababa, se encontraban las cosas que eran. Dentro de todas esas cosas la que ahora le atañía era el inmenso orbe de fuego y llamas que había decidido no salir, impidiendo que el tiempo allí afuera avanzase. El problema de las cosas que eran es que estaban ancladas a paradigmas así que cuando estos no se cumplían… bueno, no podían no cumplirse, por eso eran paradigmas, ¿no? Su trabajo sería mucho más sencillo si la realidad se comportase tal y como se supone que había de comportarse, pero eso también lo habría hecho insufriblemente aburrido.

De modo que centró su atención en el sol y acarició suavemente la conciencia que allí habitaba. No envidiaba en absoluto su fortuna, pues no quería ni comenzar a imaginar cómo habría de ser para alguien de los suyos estar atado a una cosa que es, especialmente una anclada por tantos paradigmas. La conciencia atada al sol fue despertando poco a poco pero, incluso cuando estuvo plenamente despejada seguía habiendo cierto sopor en ella. No era algo que le fuese ajeno, lo había observado otras veces en más consciencias que pasaban demasiado tiempo atadas a cosas que eran. Habría deseado poder librar a aquella consciencia de su ardua condena, pero era casi imposible modificar tantos paradigmas como para que las cosas que eran pudieran llegar a asumir la desaparición del sol. Así que, con resignación optó por permitir que de tanto en tanto aquella consciencia descansase de existir un poco más de lo habitual, al fin y al cabo ¿qué mal podía hacer dilatar un poco el tiempo aquí y allá?

Cuando volvió en sí el sol ya había comenzado a salir. Trató de alejar los pensamientos lúgubres que le producía el pesar que había sentido al acariciar aquella otra consciencia, pero le resultó imposible disfrutar del café, que ahora se le agriaba en la boca al mirar la bucólica escena que presentaba el amanecer en la distancia.

Descartó el café, la taza y toda la cocina, necesitaba espacio. Sentía su respiración acelerarse, los pensamientos bombardearle incesantemente la cabeza, la eternidad le resultaba opresiva y le faltaba el aire en unos pulmones que no existían. Necesitaba algo a lo que aferrarse pero su mente no lograba adherirse a nada el tiempo suficiente. Quería gritar pero no recordaba cómo hacerlo, quería echar a correr pero carecía de forma, de piernas o de suelo sobre el que desplazarse. La prisión que su propio terror estaba construyendo le oprimía cada vez más, quiso pedir ayuda, pero no sabía con seguridad si lo hacía o tan solo lo imaginaba.

                -¿Cvstodia?-

La voz retumbó en su interior. Esta vez era su conciencia la que era acariciada desde el exterior. Aquella pregunta, más cercana a un ruego, fue el soporte al que asirse y para salir de su asfixiante cárcel.

                -No sabía con seguridad si me habías llamado, así que vine a verte.-

La voz de Fault era tranquila y conciliadora, pero en su mirada se reflejaba una sombra de preocupación. Se acercó lentamente, como si temiese que fuese a caer de nuevo presa de sus pensamientos, mientras le seguía hablando con voz suave y calma.

                -He llegado hace poco, estaba de visita en el mundo material, viendo cómo andan las cosas por allí. Ya sabes, he de seguir al día.-

Fault pasaba con regularidad tiempo con las cosas que eran, viendo cómo crecían y avanzaban, como cambiaban sus costumbres… Cuando lo hacía solía traer siempre conceptos e ideas nuevas. Decía que las cosas que eran tenían mucho ingenio para crear, dadas sus evidentes limitaciones.

                -Puedo hablarte de mi periplo, si quieres.- Dijo esbozando una amplia sonrisa.

Cvstodia asintió, y Fault le ayudó a levantarse. Fault había adoptado una forma definida, es algo que solía hacer, especialmente cuando había estado visitando a las cosas que eran. Vestía un bosque de un profundo color verde en el cabello y el oscuro mar en la piel. Lo cierto es que la forma escogida por Fault presentaba un aspecto magnífico y elaborado que hacía que Cvstodia se avergonzase un poco de la suya.

Fault pasó largo tiempo hablando de su estancia entre las cosas que eran. Cuando narraba las historias, siempre sonaban como grandes anécdotas llenas de momentos preciosos, aprendizaje y descubrimiento, pero no podía ser así. Las historias de Fault siempre obviaban la condena de estar forzado a una existencia singular y definida, sin poder mutar, sin apenas cambio, alejado de las infinitas posibilidades de la dualidad y la potencia indefinida. Si acaso, Fault hacía ver esto como una ventaja. Estas limitaciones, decía, te forzaban a encontrar vías alternativas para enfrentarte a las adversidades y es lo que encaminaba a los descubrimientos que luego traía de vuelta.

                -Deberías probarlo, de verdad. Te vendría bien pasar algún tiempo en el mundo material. Te encantó cuando te traje café, y desde que te hablé de los amaneceres me consta que tienes costumbre de contemplarlos.-

Este último comentario hizo que un escalofrío recorriese la espalda de Cvstodia y su mente se dispuso a vagar de nuevo por los pensamientos de hacía un rato. Se llevó la mano a la cabeza y enredó los dedos por los cabellos de niebla tejida. Fault se dio cuenta al instante y le trajo de vuelta.  

                -Hay infinidad de cosas que probar y sentir. Podrías pasar un tiempo allí y regresar cargado de recuerdos. Es bueno cambiar de aires de tanto en cuanto. La clave de la omnipotencia…-

                -Es saber disfrutar de los pequeños detalles.- Interrumpió Cvstodia. -Lo sé.-

                -Si no se te va la cabeza.- Remató Fault con una radiante sonrisa de perlas de mar.

                -Pero… las cosas allí son tan… inmutables. Son. No pueden ser, no hay ambigüedades, sencillamente son. ¿Y si acabo atado a algún paradigma y luego no soy capaz de regresar? ¿Y si luego ni tan siquiera podéis encontrar mi conciencia y paso el resto de la eternidad como… como…?- No pudo acabar la frase, su mente viajó inevitablemente al sol y a la conciencia allí prisionera.

                -No va a suceder. Créeme. He estado cientos de veces, encarnarte en una criatura mortal hace casi imposible que te ate un paradigma. E incluso si sucediese, basta con que te des cuenta lo suficientemente pronto como para poder modificar el paradigma antes de que sea demasiado fuerte.-

Los ojos de Fault estaban clavados en los suyos, llenos de ternura pero también de severidad. Tenía plena confianza en lo que decía, y Cvstodia sabía que acabaría con todos los paradigmas uno a uno si fuera necesario. Fault tenía ese poder. Fault tenía esa convicción. Sabía que no había nada, existente o por existir, que pudiera alejarle de Cvstodia demasiado tiempo. Y en ese momento, Cvstodia también lo sabía.

                -Piénsatelo Cvstodia. No hace falta que estés mucho, encárnate un solo ciclo vital y quizás te sorprenda ver que, incluso allí, hay más dualidad y ambigüedad de la que te pueda parecer.- Se puso en pie y comenzó a caminar mientras decía esto último.

                -¿Te marchas ya?- Preguntó Cvstodia, rogando en silencio que no fuese así.

                -No, pero es tarde, así que iba a proyectar una cama. Sólo te he contado las aventuras de mis descubrimientos, ahora quiero enseñártelos.-

Fault fue compartiendo recuerdos con calma, permitiendo que Cvstodia los analizase en detalle para que luego fuese capaz de forjar los propios. El proceso podía ser extremadamente tedioso, pero para ellos fue una experiencia cargada de complicidad. La noche estaba bien entrada cuando Fault decidió que ya no quedaban recuerdos importantes que compartir y que era hora de compartir experiencias. Esto era algo mucho más íntimo y menos común que compartir recuerdos. Abandonaron sus formas definidas y se entremezclaron. Durante ese tiempo, no existían Fault ni Cvstodia, eran algo más complejo, y si sus consciencias no hubieran sido tan afines, habría sido inviable mantenerlo más de unos instantes. En ese estado las sensaciones, las vivencias, los sentimientos, eran compartidos por ambos. Así Cvstodia pudo vivir las experiencias más valiosas de Fault durante su último viaje y Fault pudo comprender lo que había atemorizado a Cvstodia antes de su llegada.

Para cuando llegó el alba muchas otras cosas habían sido compartidas y ambos se sentían más plenos. Fault se despidió y se marchó, no sin antes hacerle prometer a Cvstodia que pensaría acerca de viajar a las cosas que eran. Cvstodia extrañó su presencia al instante, pero había hecho una promesa y tenía toda la intención de cumplirla, de modo que acomodó la realidad a su alrededor a un espacio que le permitiese serenarse y reflexionar con comodidad.

Su largo debate interno fue menos interno de lo que cabría esperar. En una sala vagamente iluminada por las estrellas, dos figuras debatían acaloradamente. Ambas correspondían a Cvstodia, cada una de las cuales defendía una de las posturas ante la propuesta de Fault. No fue una decisión fácil. Ni rápida. Había pocas cosas a las que Cvstodia temiese, pero el cautiverio era una de ellas. Al final de la discusión, sólo quedaba una de las dos figuras, exhausta por el esfuerzo. Cvstodia se puso en pie, y de forma trabajosa fue caminando mientras la sala cambiaba a su alrededor. La iluminación aumentó, y el paisaje pasó a reflejar una serena calma que Cvstodia apenas lograba aparentar. Se llevó una mano a la cabeza, enredando unos dedos de piel negra de carbón en su cabello de bruma tejida. Se planteó la lamentable imagen que debía estar dando, y agradeció que Fault ya no se encontrase allí. Su debate había concluido que coincidía con Fault, pero la victoria había sido pírrica. En el último momento, mientras la balanza no terminaba de inclinarse hacia ninguno de los bandos, Cvstodia había caído en la cuenta de una terrible verdad. En su pánico al encierro, en su terror a la determinación, había acabado por recluirse. No accediendo nunca a las cosas que eran, no adquiriendo nuevas ideas o recuerdos que no le fuesen compartidas por otras consciencias que sí se habían atrevido a realizar el viaje se estaba atando. No era el inmovilismo de una cosa que está condenada a ser, era la inacción de una entidad en plena potencia, con infinidad de caminos que tomar, que no tomando ninguno de ellos acababa por ser menos que algo condenado a ser sólo una cosa. Éste había sido un doloroso descubrimiento. Su pánico limitaba su crecimiento. Al no mutar, al mantener todas las opciones abiertas en todo momento no estaba maximizando su potencial de cambio, lo estaba anulando.

Cvstodia lloró amargas lágrimas pensando en ello, pero esta vez no dejó que esa tristeza le incapacitase. Había tomado una decisión, y la llevaría a cabo antes de tener tiempo para arrepentirse. Aún quedaba mucho que reflexionar sobre su descubrimiento, pero tendría tiempo para hacerlo junto a las cosas que son. Así pues definió su forma, cerró los ojos y se concentró. Esta vez no proyectó su consciencia como había realizado tantas veces antes, esta vez viajó con ella, llevando todo el resto de lo que le definía tras de sí. Abandonó el inmenso vacío compuesto por la duda y alcanzó el espacio material. Las vistas desde luego eran dignas de contemplar, pero no se permitió recrearse ni un instante, no quería dejarle espacio a la duda. Así pues descendió a toda velocidad mientras, a su alrededor, todo se iba oscureciendo. Llegado cierto momento no supo si había dejado de ver o sencillamente había abandonado la consciencia. No tuvo mucho tiempo para pensarlo, pues acabó cayendo presa del velo.

Se despertó antes de que amaneciese. Ante sus ojos se desplegaba un paisaje que le era desconocido e, instintivamente, trató de modificar la realidad que le rodeaba. Evidentemente no hubo resultado. Tardó unos instantes en caer en la cuenta de lo que ocurría. Sentía frío en la piel, dolor en los músculos y humedad en la parte posterior del cuerpo. Sus manos, aún en el suelo, aferraron lo que supuso que sería hierba y, al inspirar, los aromas de un centenar de plantas le inundaron. Había compartido las experiencias de Fault, pero vivirlas de primera mano era aún más sorprendente. Todas las cosas estaban definidas, con sus pequeños matices. Todo poseía una enorme carga de información. Todo era y, por algún motivo, en ese momento le pareció maravilloso.

Se puso en pie, sin saber muy bien a dónde ir, pero con la determinación de comenzar su viaje. Una sonrisa surcó su rostro.

                -Fault, cuando me hablabas de los pequeños detalles, no esperaba que este lugar estuviera compuesto de tantos.-

Lara

TW: Autolesión


Una taza voló donde hacía unos instantes había estado su cabeza, estrellándose contra la pared de detrás. Casi se arrepintió de haberla esquivado.

-¡No puedo creerme que me hayas ocultado algo así!- Gritó ella -¡Se supone que confiábamos el uno en el otro! ¡Que nos contábamos las cosas!- Le dolió, porque sabía que tenía razón, sabía que debería habérselo dicho antes. Pero su tozudez le hizo responder.

-¿Y qué esperabas?¿Que me presentase diciendo "¡Hola! Soy Allaren y sufro de  depresión. Además me autolesiono desde los 14 años."?-

-No, ¡pero podrías habérmelo contado en algún momento!-

-Claro, porque nunca te lo di a entender, ¿verdad? nunca entendiste ninguna de las insinuaciones y tus radicales cambios de tema eran casuales ¿cierto? No querías saberlo, tenías tanto miedo a oírlo como yo a contarlo.- Le espetó. 

Tardó en arrepentirse de sus palabras lo mismo que en ver su cara.

-Lara... lo siento, no quería decir lo que he dicho... no estaba pensando...-

-No, estabas sintiendo.- Le cortó

Ella se sentó en el suelo, abrazándose las piernas y ocultando su rostro. La postura de él se relajó mientras su enfado era sustituido por preocupación.

Se acercó a abrazarla, aún temiendo que ella rehuyese su contacto, pero en su lugar le correspondió.

-Lo siento de veras, Lara- Susurró -Tendría que habértelo dicho.-

-Sí.- Dijo entre sollozos -Deberías.-


Sintió el calor del té extendiéndose por su pecho, y tomó otro sorbo. Había accedido a responder todas las preguntas que ella quisiera hacerle, pero seguía resultándole duro.

-¿Y qué haces? ¿te cortas las muñecas?-

-Hacía.- Puntualizó -Y... no, las muñecas son muy llamativas... ¿realmente quieres saber esto?-

-Quiero volver a confiar en ti, y para ello necesito saber que no me ocultas cosas importantes... cosas relacionadas con tu salud y tu bienestar.- Esta última parte fue poco más que un susurro.

Allaren suspiró antes de seguir.- Las muñecas eran muy superficiales para evitar dejar marcas, así que pronto fueron insuficientes. Primero pasé a cortarme en lugares menos visibles. Luego acabé por encontrar otras formas de autolesionarme, formas que no dejasen marcas difíciles de justificar. Internet y Hollywood tienen un montón de propuestas ingeniosas, dale las gracias a la romantización de estas cosas.-

-Creo que no necesito más detalles.- Dijo Lara

La parte oscura de Allaren, la que dolía, le instó a seguir con los detalles mórbidos, pero hizo caso omiso.

Aún se sentía inundado por la culpa.

-Nunca debería haberte hecho esto.- Dijo al fin.

-¿Hacer qué?- Preguntó ella 

-Entrar en tu vida, convertirme en otra carga para ti... haberte dejado quererme.

-Eso es una estupidez.-

-Lo digo en serio, nadie más que yo debería cargar con mis demonios. Son mi maldición y mi responsabilidad. Compartirlo con otra persona es de cobarde.

-¿Cobarde? ¿Sabes lo que es de cobarde? Negarte a hacer frente a tus problemas, mitificándolos, y pensar que la solución reside en impedir que la gente entre en tu vida. U ocultarle a la gente importante para ti tu malestar o que necesitas ayuda.-

-Lo sé pero...-

-¿Pero?- Le interrumpió

-Pero no comprendes lo que es sentir una oscuridad en tu interior tan inmensa... tan vasta y profunda como el propio mar. Convertirte en lo que más odias y odiarte por ello...

-Cállate.-

-¿Qué?- Preguntó anonadado

-Deja de autolamentarte. Deja de regodearte en tu propia miseria. Deja de hacerte daño de este modo. Por favor-

Allaren vio como la rabia y la impotencia apretaban los puños de Lara, como las lágrimas nublaban su vista, como el dolor torcía su gesto.

Y se vio a si mismo.

La abrazó. La abrazó con fuerza dejando que su calor se llevase el frío de su pecho.

La abrazó hasta que el dolor desapareció y sus demonios fueron insignificantes.

Y se prometió no volver a hacerle daño