sábado, 22 de mayo de 2021

Auto recordatorio

Escribe.
Que no te importe si es bien o mal.
Que no te importe si le gusta a nadie,
ni tan siquiera a ti.
No escribas para que te lean.
No escribas para disfrutar del restultado,
o para que otros disfruten del restultado,
o siquiera para que exista un resultado.
No es necesario ni que termines lo que escribes.
No escribas para llegar a un producto terminado.
Escribe por impulsos,
o hazlo de forma metódica.
Escribe lo que te ha sucedido en tu día,
o lo que te gustaría que ocurriese.
Escribe lo que sientes, 
o lo que sueñas,
o lo que temes.
No escribas porque nadie te lo pida,
ni tan siquiera yo.
No escribas con ningún propósito más allá de escribir.
Escribe por escribir,
por el placer de hacerlo.
Escribe para hacerlo un hábito,
para estar preparado cuando tengas algo que contar.
Escribe para impedir que todas esas cosas mueran en tu interior.
Escribe todos los días, o cada dos
o una vez a la semana,
o al mes,
pero hazlo.

Escribe, por favor.
Para que la pluma contra el papel acallen el ensordecedor silencio.
Para que el sonido de las teclas superen los gritos de tu mente.
Escribe.

Seguir vivo

¿Quiero seguir vivo? 
Me hago esta pregunta más a menudo de lo que me gustaría reconocer. Hay días buenos en los que la respuesta es fácil. Días en los que me vienen instantáneamente a la cabeza docenas de razones por las que quiero seguir adelante. Hay otros días que es más difícil. Días en los que me cuesta encontrar un par de motivos, e incluso estos parecen palidecer como si fuesen a esfumarse si los observase demasiado.
Hubo un tiempo en el que ni tan siquiera llegaba a tanto. Día tras día la respuesta era una rotunda negativa y, por más que buscase (y creedme que lo hacía), no encontraba el más mínimo motivo. Aún tengo días de esos de vez en cuando. Por suerte no es igual. Por suerte es uno o dos días aislados que quedan olvidados y enterrados entre los demás. 
Pero cada vez que llega uno de esos días, cada vez que soy incapaz de responder afirmativamente a esa pregunta, me acuerdo de hacerme otra. Una que ya no me falla nunca.

Y es que no quiero morir.
Tal vez no parezca mucho, pero para mí es un mundo, y recordar este avance es lo que me anima a seguir un día más.

sábado, 15 de mayo de 2021

A quien le corresponda

A quien le corresponda,

    Cuando piensas en quién eres, te pueden venir un montón de cosas distintas a la mente. Te puede venir tu oficio, te pueden venir tus aficiones, tus estudios, tus formas de expresarte. Tal vez en lugar de eso pienses en el lugar donde vives, o en tu familia, tu etnia o tu herencia sanguínea. Tal vez sencillamente pienses en tu nombre, y en los eventos más relevantes que han condicionado tu vida. O, tal vez, lo que te venga a la mente sean tus trastornos. 
Como jugador de rol, siempre he defendido que las limitaciones y los defectos de un personaje lo definen más que sus virtudes, lo humanizan y lo dotan de identidad. Supongo que tal vez ahí se encuentre el pensamiento subyacente que me fuerce a definirme a través de mis trastornos. "No eres tus trastornos" es un mantra que repito decenas y cientos de veces, trato de hacerle ver a otras personas en mi situación que son la persona que padece la enfermedad y no la enfermedad en sí, que su identidad no está más definida por ella de lo que lo está por la ropa que lleve puesta y que, igual que la misma, no dura para siempre. Creo que es importante asimilar que eres una entidad por derecho propio y que tus circunstancias pueden cambiar. Que las enfermedades, los trastornos, los traumas, se combaten y se superan. 
Es cierto que al final siempre dejarán marca en ti, pero también lo hacen todas las cosas que vives: Una vez escuchaste una canción con una palabra que no conocías y aprendiste gracias a ella. La canción ha quedado atrás, puede que ya ni la recuerdes, pero la palabra ha pasado a formar parte de tu vocabulario y no por ello te definirías a través de esa canción.

Esa es la teoría, claro, la práctica es bastante más complicada. En la práctica, ves día tras día cómo tus trastornos afecta a tu vida, a tus relaciones, a tu bienestar. Día tras día ves todas esas cosas que no puedes hacer debido a ellos o, peor, que puedes hacer pero no eres capaz de disfrutar. Cuando ves el mundo a través de la distorsión de un trastorno cuesta recordar, o siquiera creer, que no es su verdadera forma. Cuando el trastorno se siente tan tuyo como tus pulmones y tus entrañas, cuesta creer que no lo sea. 

Supongo que por eso me esfuerzo tanto en hacérselo ver a otra gente. Por eso trato de ayudar a los demás, no siento que yo tenga salvación, pero tal vez pueda ayudar a otra persona a alcanzarla. Tal vez por eso disfruto tanto de ver a la gente sanar, porque creo que algún día, esa persona seré yo.

martes, 11 de mayo de 2021

La inmensidad

Es curioso ¿no? Todo el mundo sabe lo que es el desierto o el mar. Todo el mundo ha oído hablar de lo vasto de su extensión e incluso algunos los hemos transitado. Pero he de decir que nada te prepara para cuando estás realmente ahí. 
No hablo de realizar un viaje en barco, con otros pasajeros y una tripulación preparada, que ha logrado a fuerza del uso y la costumbre tornar el océano en un mero paisaje; ni de realizar una travesía en una caravana acompañado de gente capaz de leer las estrellas como si de un mapa se tratasen y que te aportan tantas o más comodidades de las que tendrías en una aldea cualquiera. 
He pasado por esas cosas antes, y entonces creía comprender la inmensidad, pero lo cierto es que no era así. En todos esos casos yo no me encontraba en el mar ni en el desierto, yo me encontraba en un pequeño refugio con un bonito decorado. 
No corría riesgo alguno, no tenía nada que temer, no tenía que preocuparme por la inmensidad.
No tenía que sobrevivir a ella.

Ahora me encuentro solo, en medio de un mar de arena. Sin saber en qué dirección tengo que avanzar ni cuanto tiempo he de hacerlo. No sé cuánto me durarán los víveres, o cuanto podré seguir una vez se acaben. Cada mañana el frío viento nocturno ha borrado mis huellas y cambiado el paisaje. No tengo claro cuán lejos logro llegar cada día, y estoy comenzando a perder la noción del tiempo.

Resulta sorprendete que, a pesar de la aridez del paisaje, a pesar de lo extremo de la situación y de los evidentes riesgos más acuciantes (agua, comida, refugio, etc) la mayor dificultad que estoy encontrando no viene de fuera, sino de dentro. 
El agua terminará por acabarse, y lo mismo sucederá con la comida y con mis propias fuerzas, podré encontrar o no el camino y alcanzar un lugar seguro, sobre todas estas cosas no puedo influír. Sobre lo que sí tengo poder es sobre lo que sucede en mi cabeza, a dónde se dirige mi mente, y los pensamientos que la pueblan. Al final del día, cuánto he logrado o no avanzar no lo determian mis pobres piernas, sino mi determinación y convicción. A pesar de lo que podría parecer, la mayor parte de la prueba está en mi interior.
Es posible que, a pesar de todo e incluso si logro mantener mi tenacidad y convicción, mi condena ya esté dictada y el esfuerzo sea en vano, pero esto sólo es otra quimera con la que combatir en mi mente. 
Rendirme habiendo una posible salvación sería entregarme a mí mismo a la muerte, mientras que seguir adelante ante un destino sellado no cambiaría gran cosa. 

Es curioso ¿no? Todo el mundo conoce el peligro del desierto o el mar. Todo el mundo ha oído hablar de caravanas perdidas o pecios naufragados, e incluso algunos los hemos contemplado. Pero nada te prepara para el peligro de la verdadera inmensidad, la que provoca en tu mente la soledad.