Amaneció, de nuevo sin sol. Le hacía gracia cómo en
invierno, en ocasiones, al Sol se le olvidaba salir. Después de levantarse y
estirarse, decidió encargarse de ello tan pronto como tuviera su café.
Comenzó a caminar entre el cielo estrellado mientras a su
alrededor se iban formando paredes y muebles. Tomó una taza de un armario
mientras se concentraba en recordar el sabor de un café que había tomado tiempo
atrás. Tenía un gusto suave y muy aromático, llevaba un poco de cacao amargo y
una pizca de canela. Tomó un sorbo de la taza, esbozando una sonrisa de
satisfacción al comprobar como el cacao y la canela potenciaban el sabor del
café.
-La
clave de la omnipotencia es saber disfrutar de los pequeños detalles. Si no se
te va la cabeza.- Recitó, recordando las palabras que Fault siempre decía.
Dejó la taza en la encimera mientras miraba al infinito, se
crujió los nudillos, estiró la espalda, y mientras se enredaba una mano entre
sus cabellos cerró los ojos y buscó. Lo primero que sintió fue el infinito
lleno de estrellas de su interior, después su conciencia se expandió fuera de
él y fueron apareciendo cosas. La taza como un concepto simple, el café hecho
de recuerdos, la cocina compuesta esencialmente de fuerza ontológica… Más allá
estaba el enorme vacío compuesto de duda, pintado de estrellas y, donde
acababa, se encontraban las cosas que
eran. Dentro de todas esas cosas la que ahora le atañía era el inmenso orbe
de fuego y llamas que había decidido no salir, impidiendo que el tiempo allí
afuera avanzase. El problema de las cosas
que eran es que estaban ancladas a paradigmas así que cuando estos no se
cumplían… bueno, no podían no cumplirse, por eso eran paradigmas, ¿no? Su
trabajo sería mucho más sencillo si la realidad se comportase tal y como se
supone que había de comportarse, pero eso también lo habría hecho
insufriblemente aburrido.
De modo que centró su atención en el sol y acarició
suavemente la conciencia que allí habitaba. No envidiaba en absoluto su fortuna,
pues no quería ni comenzar a imaginar cómo habría de ser para alguien de los
suyos estar atado a una cosa que es,
especialmente una anclada por tantos paradigmas. La conciencia atada al sol fue
despertando poco a poco pero, incluso cuando estuvo plenamente despejada seguía
habiendo cierto sopor en ella. No era algo que le fuese ajeno, lo había
observado otras veces en más consciencias que pasaban demasiado tiempo atadas a
cosas que eran. Habría deseado poder
librar a aquella consciencia de su ardua condena, pero era casi imposible
modificar tantos paradigmas como para que las
cosas que eran pudieran llegar a asumir la desaparición del sol. Así que,
con resignación optó por permitir que de tanto en tanto aquella consciencia
descansase de existir un poco más de lo habitual, al fin y al cabo ¿qué mal
podía hacer dilatar un poco el tiempo aquí y allá?
Cuando volvió en sí el sol ya había comenzado a salir. Trató
de alejar los pensamientos lúgubres que le producía el pesar que había sentido
al acariciar aquella otra consciencia, pero le resultó imposible disfrutar del
café, que ahora se le agriaba en la boca al mirar la bucólica escena que
presentaba el amanecer en la distancia.
Descartó el café, la taza y toda la cocina, necesitaba
espacio. Sentía su respiración acelerarse, los pensamientos bombardearle
incesantemente la cabeza, la eternidad le resultaba opresiva y le faltaba el
aire en unos pulmones que no existían. Necesitaba algo a lo que aferrarse pero
su mente no lograba adherirse a nada el tiempo suficiente. Quería gritar pero
no recordaba cómo hacerlo, quería echar a correr pero carecía de forma, de
piernas o de suelo sobre el que desplazarse. La prisión que su propio terror
estaba construyendo le oprimía cada vez más, quiso pedir ayuda, pero no sabía
con seguridad si lo hacía o tan solo lo imaginaba.
-¿Cvstodia?-
La voz retumbó en su interior. Esta vez era su conciencia la
que era acariciada desde el exterior. Aquella pregunta, más cercana a un ruego,
fue el soporte al que asirse y para salir de su asfixiante cárcel.
-No
sabía con seguridad si me habías llamado, así que vine a verte.-
La voz de Fault era tranquila y conciliadora, pero en su
mirada se reflejaba una sombra de preocupación. Se acercó lentamente, como si
temiese que fuese a caer de nuevo presa de sus pensamientos, mientras le seguía
hablando con voz suave y calma.
-He
llegado hace poco, estaba de visita en el mundo material, viendo cómo andan las
cosas por allí. Ya sabes, he de seguir al día.-
Fault pasaba con regularidad tiempo con las cosas que eran, viendo cómo crecían y avanzaban, como cambiaban
sus costumbres… Cuando lo hacía solía traer siempre conceptos e ideas nuevas.
Decía que las cosas que eran tenían
mucho ingenio para crear, dadas sus evidentes limitaciones.
-Puedo
hablarte de mi periplo, si quieres.- Dijo esbozando una amplia sonrisa.
Cvstodia asintió, y Fault le ayudó a levantarse. Fault había
adoptado una forma definida, es algo que solía hacer, especialmente cuando
había estado visitando a las cosas que eran.
Vestía un bosque de un profundo color verde en el cabello y el oscuro mar en la
piel. Lo cierto es que la forma escogida por Fault presentaba un aspecto
magnífico y elaborado que hacía que Cvstodia se avergonzase un poco de la suya.
Fault pasó largo tiempo hablando de su estancia entre las cosas que eran. Cuando narraba las
historias, siempre sonaban como grandes anécdotas llenas de momentos preciosos,
aprendizaje y descubrimiento, pero no podía ser así. Las historias de Fault
siempre obviaban la condena de estar forzado a una existencia singular y
definida, sin poder mutar, sin apenas cambio, alejado de las infinitas
posibilidades de la dualidad y la potencia indefinida. Si acaso, Fault hacía
ver esto como una ventaja. Estas limitaciones, decía, te forzaban a encontrar
vías alternativas para enfrentarte a las adversidades y es lo que encaminaba a
los descubrimientos que luego traía de vuelta.
-Deberías
probarlo, de verdad. Te vendría bien pasar algún tiempo en el mundo material.
Te encantó cuando te traje café, y desde que te hablé de los amaneceres me
consta que tienes costumbre de contemplarlos.-
Este último comentario hizo que un escalofrío recorriese la
espalda de Cvstodia y su mente se dispuso a vagar de nuevo por los pensamientos
de hacía un rato. Se llevó la mano a la cabeza y enredó los dedos por los
cabellos de niebla tejida. Fault se dio cuenta al instante y le trajo de
vuelta.
-Hay
infinidad de cosas que probar y sentir. Podrías pasar un tiempo allí y regresar
cargado de recuerdos. Es bueno cambiar de aires de tanto en cuanto. La clave de
la omnipotencia…-
-Es
saber disfrutar de los pequeños detalles.- Interrumpió Cvstodia. -Lo sé.-
-Si no
se te va la cabeza.- Remató Fault con una radiante sonrisa de perlas de mar.
-Pero…
las cosas allí son tan… inmutables. Son.
No pueden ser, no hay ambigüedades, sencillamente son. ¿Y si acabo atado a algún paradigma y luego no soy capaz de
regresar? ¿Y si luego ni tan siquiera podéis encontrar mi conciencia y paso el
resto de la eternidad como… como…?- No pudo acabar la frase, su mente viajó
inevitablemente al sol y a la conciencia allí prisionera.
-No va
a suceder. Créeme. He estado cientos de veces, encarnarte en una criatura
mortal hace casi imposible que te ate un paradigma. E incluso si sucediese,
basta con que te des cuenta lo suficientemente pronto como para poder modificar
el paradigma antes de que sea demasiado fuerte.-
Los ojos de Fault estaban clavados en los suyos, llenos de
ternura pero también de severidad. Tenía plena confianza en lo que decía, y
Cvstodia sabía que acabaría con todos los paradigmas uno a uno si fuera
necesario. Fault tenía ese poder. Fault tenía esa convicción. Sabía que no
había nada, existente o por existir, que pudiera alejarle de Cvstodia demasiado
tiempo. Y en ese momento, Cvstodia también lo sabía.
-Piénsatelo
Cvstodia. No hace falta que estés mucho, encárnate un solo ciclo vital y quizás
te sorprenda ver que, incluso allí, hay más dualidad y ambigüedad de la que te
pueda parecer.- Se puso en pie y comenzó a caminar mientras decía esto último.
-¿Te
marchas ya?- Preguntó Cvstodia, rogando en silencio que no fuese así.
-No,
pero es tarde, así que iba a proyectar una cama. Sólo te he contado las
aventuras de mis descubrimientos, ahora quiero enseñártelos.-
Fault fue compartiendo recuerdos con calma, permitiendo que
Cvstodia los analizase en detalle para que luego fuese capaz de forjar los
propios. El proceso podía ser extremadamente tedioso, pero para ellos fue una
experiencia cargada de complicidad. La noche estaba bien entrada cuando Fault
decidió que ya no quedaban recuerdos importantes que compartir y que era hora
de compartir experiencias. Esto era algo mucho más íntimo y menos común que
compartir recuerdos. Abandonaron sus formas definidas y se entremezclaron.
Durante ese tiempo, no existían Fault ni Cvstodia, eran algo más complejo, y si
sus consciencias no hubieran sido tan afines, habría sido inviable mantenerlo
más de unos instantes. En ese estado las sensaciones, las vivencias, los
sentimientos, eran compartidos por ambos. Así Cvstodia pudo vivir las
experiencias más valiosas de Fault durante su último viaje y Fault pudo
comprender lo que había atemorizado a Cvstodia antes de su llegada.
Para cuando llegó el alba muchas otras cosas habían sido
compartidas y ambos se sentían más plenos. Fault se despidió y se marchó, no
sin antes hacerle prometer a Cvstodia que pensaría acerca de viajar a las cosas que eran. Cvstodia extrañó su
presencia al instante, pero había hecho una promesa y tenía toda la intención
de cumplirla, de modo que acomodó la realidad a su alrededor a un espacio que
le permitiese serenarse y reflexionar con comodidad.
Su largo debate interno fue menos interno de lo que cabría
esperar. En una sala vagamente iluminada por las estrellas, dos figuras
debatían acaloradamente. Ambas correspondían a Cvstodia, cada una de las cuales
defendía una de las posturas ante la propuesta de Fault. No fue una decisión
fácil. Ni rápida. Había pocas cosas a las que Cvstodia temiese, pero el
cautiverio era una de ellas. Al final de la discusión, sólo quedaba una de las
dos figuras, exhausta por el esfuerzo. Cvstodia se puso en pie, y de forma
trabajosa fue caminando mientras la sala cambiaba a su alrededor. La
iluminación aumentó, y el paisaje pasó a reflejar una serena calma que Cvstodia
apenas lograba aparentar. Se llevó una mano a la cabeza, enredando unos dedos
de piel negra de carbón en su cabello de bruma tejida. Se planteó la lamentable
imagen que debía estar dando, y agradeció que Fault ya no se encontrase allí.
Su debate había concluido que coincidía con Fault, pero la victoria había sido
pírrica. En el último momento, mientras la balanza no terminaba de inclinarse
hacia ninguno de los bandos, Cvstodia había caído en la cuenta de una terrible
verdad. En su pánico al encierro, en su terror a la determinación, había
acabado por recluirse. No accediendo nunca a las cosas que eran, no adquiriendo nuevas ideas o recuerdos que no
le fuesen compartidas por otras consciencias que sí se habían atrevido a
realizar el viaje se estaba atando. No era el inmovilismo de una cosa que está
condenada a ser, era la inacción de una entidad en plena potencia, con
infinidad de caminos que tomar, que no tomando ninguno de ellos acababa por ser
menos que algo condenado a ser sólo una cosa. Éste había sido un doloroso
descubrimiento. Su pánico limitaba su crecimiento. Al no mutar, al mantener
todas las opciones abiertas en todo momento no estaba maximizando su potencial
de cambio, lo estaba anulando.
Cvstodia lloró amargas lágrimas pensando en ello, pero esta
vez no dejó que esa tristeza le incapacitase. Había tomado una decisión, y la
llevaría a cabo antes de tener tiempo para arrepentirse. Aún quedaba mucho que
reflexionar sobre su descubrimiento, pero tendría tiempo para hacerlo junto a las cosas que son. Así pues definió su
forma, cerró los ojos y se concentró. Esta vez no proyectó su consciencia como
había realizado tantas veces antes, esta vez viajó con ella, llevando todo el
resto de lo que le definía tras de sí. Abandonó el inmenso vacío compuesto por
la duda y alcanzó el espacio material. Las vistas desde luego eran dignas de
contemplar, pero no se permitió recrearse ni un instante, no quería dejarle
espacio a la duda. Así pues descendió a toda velocidad mientras, a su alrededor,
todo se iba oscureciendo. Llegado cierto momento no supo si había dejado de ver
o sencillamente había abandonado la consciencia. No tuvo mucho tiempo para
pensarlo, pues acabó cayendo presa del velo.
Se despertó antes de que amaneciese. Ante sus ojos se
desplegaba un paisaje que le era desconocido e, instintivamente, trató de
modificar la realidad que le rodeaba. Evidentemente no hubo resultado. Tardó
unos instantes en caer en la cuenta de lo que ocurría. Sentía frío en la piel,
dolor en los músculos y humedad en la parte posterior del cuerpo. Sus manos,
aún en el suelo, aferraron lo que supuso que sería hierba y, al inspirar, los
aromas de un centenar de plantas le inundaron. Había compartido las
experiencias de Fault, pero vivirlas de primera mano era aún más sorprendente.
Todas las cosas estaban definidas, con sus pequeños matices. Todo poseía una
enorme carga de información. Todo era
y, por algún motivo, en ese momento le pareció maravilloso.
Se puso en pie, sin saber muy bien a dónde ir, pero con la
determinación de comenzar su viaje. Una sonrisa surcó su rostro.
-Fault,
cuando me hablabas de los pequeños detalles, no esperaba que este lugar
estuviera compuesto de tantos.-